viernes, 1 de febrero de 2019

Reciclaje en el Convento de San Franciso de Vitoria (I).

Últimamente hablamos mucho sobre el Convento de San Francisco de Vitoria, y lo hacemos, no precisamente para bien, sino para seguir lamentándonos por el penoso estado en que se encuentran las escasas ruinas que aún sobreviven después del derribo llevado a cabo en los pasados años Treinta.

Figura 1. Foto AMV.

Ahora bien, a pesar de tan desdichado evento -y aunque sea a modo de triste y paradójica consolación- creo que cabe una mínima lectura positiva del hecho. En efecto, aunque revisar las imágenes de la demolición sigue siendo un pequeño tormento, debo reconocer que la última vez que lo he hecho he sufrido menos. ¿Y por qué?, porque me he dado cuenta de que, hasta en este tema, el convento de San Francisco de Vitoria sigue siendo ‘modélico’. Permitid que me explique. 

Fue buscando material gráfico para acompañar una nueva publicación que estoy preparando sobre el devenir urbanístico de nuestra ciudad (incluido obviamente el convento), que me di cuenta de que las fotografías existentes sobre el proceso de demolición eran perfectas para ilustrar cómo se hacía antaño para reciclar los materiales de un edificio. Bastó organizar cronológicamente las instantáneas, para observar cómo, después de una primera fase de obras obviamente más agresiva y demoledora (incluyendo el barrenado de las estructuras; ver figura 1), en un segundo momento, las imágenes muestran cómo los materiales de escombro obtenidos, aunque siguen encontrándose dispersos por todo el patio de obra, se encuentran sin embargo sistemáticamente clasificados en distintos montones dependiendo del tipo de material de que se trate (ver figura 2). 

Figura 2. Foto AMV

Cualquier arqueólogo mínimamente bregado en ámbito urbano sabe que -incluso hoy día- es interesante prestar atención al deparado de la tierra o del escombro procedente de la excavación; de ello puede derivarse un importante ahorro en las tasas del basurero municipal. Sin embargo, los operarios del derribo de San Francisco no estaban ‘catalogando’ el material constructivo pensando en ningún vertedero, ellos más bien pensaban en la posibilidad de reaprovechar todo; bien directamente en el futuro edificio de la Caja Municipal que iba a construirse allí mismo, bien indirectamente, vendiéndolo los materiales para su utilización en otros inmuebles. 

Esta forma de proceder de los operarios es un buen ejemplo de que a nuestros antepasados no había que convencerles ni mentalizarles sobre el reciclaje, pues era una práctica que formaba parte de su proceder habitual. Nadie por aquel entonces habría entendido que todos esos materiales procedentes del Convento de San Francisco se tirasen; habría sido como tirar dinero a la basura. De hecho, en época preindustrial todo cantero o contratista que se comprometía a construir un nuevo edificio debía saber que dispondría de los despojos de cualquier inmueble prexistente, pues de otro modo la operación en la que se comprometía no sería económicamente viable. Es precisamente por esto que en los contratos se incluían cláusulas específicas. [Pincha aquí para continuar con la segunda parte del artículo]

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