jueves, 27 de marzo de 2014

Vitoria, Gasteiz y el misterio de Santa Ana (VI)

A menudo cuando paseo por las calles de la vieja de Gasteiz tengo la sensación de estar leyendo un libro escrito con letras que son las propias cosas que encuentro en el camino. Cada recodo, cada cantón, el alero de los tejados, los alféizares de las ventanas, la pendiente del suelo, en fin, todo, hasta lo más insignificante, parece contener una parte del mensaje.., un secreto compartido que está esperando a que alguien lo descifre. A veces, ilusóriamente, pienso que ese alguien podría ser yo.

Relativity, Escher.

Sí, porque para mí pasear es como leer. Ahora bien, se trata de una lectura muy particular, pues la sensación que experimento es la de leer, no con los ojos, ni con la mente, sino sobre todo con los pies. Seguro que suena raro, sinestésico. No sé. Creo que puede ser algo parecido al código braille de los ciegos... ellos leen mediante el tacto de los dedos.  

A la inversa, cuando me sumerjo en las páginas de un libro, son los ojos y la mente los que me permiten avanzar en esas calles de letras blanco sobre negro. Si el libro me habla sobre la vida en la vieja Vitoria las sensaciones de hecho se solapan; ahora son los ojos los que hacen las veces de pies. Un paso, un parpadeo, otro paso, otro parpadeo. Pasear, pasar, pensar, caminar, errar, vagabundear... sinónimos de descubrir. 

Una ciudad que es un libro, un libro (un conjunto de ellos de hecho) que son como una ciudad. Una ciudad que leer (o que pasear, igual da), una ciudad que llaman Gasteiz, o Vitoria. Una ciudad que en sus ángulos aún guarda todos los secretos de su historia; ¿era el de Santa Ana sólo uno más entre todos ellos?

(sigue aquí)

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