martes, 26 de julio de 2011

Bet Giyorgis; pura roca.

Hace bastante tiempo que leí sobre el santuario de Lalibela en Etiopía, uno de esos lugares que tengo marcado en rojo en el mapa mental de los viajes que algún día espero poder hacer. 

Por ahora me tendré que conformar con las espectaculares imágenes que de vez en cuando aparecen en los medios (fundamentalmente las de la iglesia cruciforme de San Jorge) y con algunos estudios arqueológicos que he localizado y que no hacen sino alimentar mi ansia por conocer el lugar de primera mano. A continuación tenéis un pequeño collage que he montado sobre el tema  a partir de un artículo de El País firmado en 2005 por Paco Nadal:

Un sacerdote ante el templo de Bet Giyorgis 

Situada en una esquina poco accesible del norte de Etiopía, cerca de la frontera con Eritrea, en mitad de unas montañas áridas y pobres que apenas verdean durante la temporada de lluvias, Lalibela sería un ignoto lugar más de la África olvidada de no ser porque un rey de la dinastía Zagwe decidió a finales del siglo XII construir una serie de templos que convirtieran la aldea en el mayor santuario de peregrinaje de los cristianos ortodoxos abisinios.

Lalibela se encuentra al norte de Etiopia

El resultado fue una de las maravillas de la antigüedad, un conjunto de once iglesias distribuidas en dos grupos, más una duodécima separada de éstas, que se fueron esculpiendo a golpe de cincel, vaciando la roca hasta lograr un volumen interior igual al que se hubiera conseguido en un templo clásico hecho con sillares, con su planta de cruz griega, columnas, capiteles, bóvedas de medio punto y altares, sólo que todo de una pieza.

Templo de Bet Medhane Alem 

Según arqueólogos e historiadores, los trabajos en las doce iglesias principales y otras muchas diseminadas por las montañas circundantes se prolongaron al menos durante 100 años. El primer grupo de templos se levanta -o más bien se entierra- en mitad de la aldea y lo forman, entre otras, Bet Medhane Alem, la más grande de todas, con 33 metros de largo por 25 de ancho y una fastuosa decoración que recuerda a los templos griegos, y Bet Maryam, decorada en su interior con interesantes frescos y relieves de pájaros, animales y motivos vegetales. En el segundo grupo, a unos centenares de metros al este, se encuadra Bet Emmanuel, una de las más bellas y mejor talladas, que seguramente sirvió como capilla real.

Templo de Bet Emmanuel

Separada de ambos grupos, pero también en el núcleo urbano, se talló la iglesia número 12, Bet Giyorgis (la iglesia de San Jorge), la más fotogénica de todas. La obra cumbre de la arquitectura religiosa etíope, esculpida por los canteros del rey Lalibela en honor del patrón de Etiopía, que en agradecimiento por el detalle dejó impresas en la roca las huellas de su blanco caballo. Así al menos lo cuentan los sacerdotes que atienden Bet Giyorgis, siempre inmaculados con su gabi de color amarillo y su scarfe (turbante) blanco.

Templo de Bet Giyorgis (San Jorge)

Vista aérea del templo de Bet Giyorgis (San Jorge)


Video con el escaneo 3D realizado por el Worl Monuments Fund

Interior del templo de Bet Maryam

En fin, creo que lo más interesante de una visita al Lalibela consistiría no tanto en contemplar y admirar los templos sino en observar el paisaje, la aldea que rodea el santuario y la comunidad que lo usa; por lo que cuentan los que ya han estado, aquéllo es como un viaje a la Edad Media. Me gustaría tener la oportunidad de conocer siquiera mínimamente una sociedad que es esencialmente la misma que construyó aquellas iglesias, algo que nunca podré experimentar en Europa.

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