Times Square y el manifiesto futurista

No sé -no puedo saber- qué tenía exactamente en mente Filippo Marinetti cuando en 1908 redactó el manifiesto futurista. Sé -eso sí que lo puedo saber- que cuando estos días recorro algunas calles del Midtown de Nueva York, siento una cierta náusea por la masificación, y  más de una vez se me ha venido a la cabeza el texto del futurista italiano.

 

Times Square, un momento cualquiera de un día cualquiera.

Es como si -aún no conociéndolo- las gentes que abarrotan incansables ese hormiguero empanelado de anuncios luminosos, estuvieran mentalmente recitándolo, todos a la vez, como un coro de opera infernal. Todos corren, todos se cruzan, todos miran hipnotizados las pantallas ¿Cuántos ven?

 

Times Square nunca se para -24 horas sobre 24-, todo allí va casi tan deprisa como la luz de esos luminosos; la gente, los taxis... Algunas partes del Manifiesto Futurista exaltaban precisamente a eso:

 

"Art.4º. Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia.
Art.5º. Queremos alabar al hombre que tiene el volante, cuya lanza ideal atraviesa la Tierra, lanzada ella misma por el circuito de su órbita.
Art.6º Hace falta que el poeta se prodigue con ardor, fausto y esplendor para aumentar el entusiástico fervor de los elementos primordiales.
Art.8º ¡Estamos sobre el promontorio más elevado de los siglos! ¿Por qué deberíamos protegernos si pretendemos derribar las misteriosas puertas del Imposible? El Tiempo y el Espacio morirán mañana. Vivimos ya en lo absoluto porque ya hemos creado la eterna velocidad omnipresente".

 

Con todo, no puedo sino rendirme a la evidencia, Times Square resulta un espectáculo maravilloso, verdaderamente de otro mundo.