domingo, 23 de marzo de 2014

Vitoria, Gasteiz y el misterio de Santa Ana (IV)

En este post me voy a permitir un inciso que retrasará aún más si cabe la resolución del 'misterio de Santa Ana'. Algunos me vais a matar, lo sé, pero la reflexión que voy a hacer tiene mucho que ver con el proceso de investigación que me llevó a su resolución. Si con lo dicho aún no se os han quitado las ganas de seguir leyendo, vamos a ello.

Vista actual del Cantón de Santa Ana (Vitoria-Gasteiz)

Uno de los motivos que me hicieron sospechar de mis propios logros al empezar con la tesis doctoral, fue la constatación de que apenas estaba teniendo necesidad de meterme al archivo para cosechar datos de gran impacto, datos de esos que inevitablemente alterarían el relato tradicional de la historia de Vitoria. Las sorpresas afloraban a poco que se leyesen con detenimiento aquellos textos ya de sobra conocidos por todos. 

Algo fallaba, y durante meses pensé: “tengo que estar haciéndolo entre mal y peor. No puede ser que durante décadas nadie se haya dado cuenta de las implicaciones que tiene ésto que dice fulanito de tal, o esto otro que señala fulanito de cual... Quizá es porque aún no controlo toda la bibliografía existente, o quizá directamente, tendré que volver a la escuela para que me enseñen a leer... es imposible que todos estos 'gazapos' hayan pasado completamente desapercibidos". 

Con los años (me tiré cerca de una década con la dichosa tesis), fui comprendiendo que posiblemente el problema no era tanto cosa mía... 

En efecto, fue sorprendente constatar –aún lo es de hecho- cómo los clásicos de la historiografía vitoriana, a cada nueva publicación, habían ido aportando más y más datos procedentes de la documentación de archivo (datos muchas veces desconocidos que eran verdaderos torpedos en la línea de flotación del discurso que aún hoy día admitimos) y a pesar de ello ninguno consideró que sus nuevas pruebas fueran argumento suficiente para cuestionar ese relato tradicional de la historia de Vitoria. Tal era la fuerza inercial del 'criterio de autoridad'.

Creo que hablo en nombre de todos los colegas de profesión si digo que -y perdonad la expresión- el 'criterio de autoridad', acojona al más pintado. Se supone que es el criterio que emana de un investigador muy reputado, siendo precisamente su reputación -y no necesariamente la disposición de datos documentados- la que respalda su argumento. En esos casos, ¿quién es el guapo que se atreve a contradecir a las autoridades en la materia?

Enfrentarse al 'criterio de autoridad' es siempre un problema, un verdadero quebradero de cabeza, fundamentalmente porque tienes que 'descornarte' para sacar doscientos argumentos de peso (de esos contrastados y documentados) buscándolos hasta debajo de las piedras, y la mayoría de las veces sólo para lograr poner en cuestión alguna pequeña afirmación, acaso apenas una frase, admitida por los investigadores desde antaño, y que de hecho suele caerse por su propio peso de puro inverosímil.    

A estas alturas -defendida ya la tesis- no me caben dudas; el problema no está en las 'autoridades' sino más bien en los 'repetidores de las autoridades'. Me explico. Creo que, al menos en lo que se refiere a la historia de Vitoria-Gasteiz, la fuerza inercial del 'criterio de autoridad' no se debe tanto a los autores de las ideas o los argumentos como a todos aquellos que por comodidad repetimos sus palabras, acríticamente, sin cuestionamiento. Repetimos y repetimos. Rosa es una rosa es una rosa es una rosa.... y así hasta el infinito, casi sin querer vamos construyendo barreras que nos impiden ver hay más allá. Unas barreras que no hacen sino encerrarnos en un callejón sin salida. Esto es sin duda -y como se verá en el blog- lo que sucedió en el caso de Santa Ana. 

Pero en fin, ya basta; ahora es cuando retomo el relato de la investigación. Creo que lo dejé poco después de citar a Venancio del Val. Pues bueno, como decíamos ayer...

(sigue aquí)

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