martes, 18 de abril de 2017

Noche, sangre y penitencia en Vitoria.

Acabamos de pasar la Semana Santa y por tanto, como no dedicar un post al tema para así poder ver cómo celebraban esta festividad los antiguos vitorianos. Sabemos que antaño estos días eran muy distintos a como los conocemos hoy, sabemos que no eran vacacionales y que se vivían ante todo con gran fervor religioso... pero vamos a los datos, a los hechos documentados. 
 
'Picaos' de San Vicente de la Sonsierra (fuente: Inforural)
 
¿Desde cuando conocemos esta celebración en Vitoria? El calendario festivo oficial más antiguo que conozco en Gasteiz data del año 1483 y en él no aparece mencionada la Semana Santa como tal, sino sólo el día de la Pascua de Resurrección, que en dicho año cayó el último domingo de Marzo.
 
Desgraciadamente, casi no sabemos nada de cómo se celebraban estas pascuas en la Edad Media. Lógicamente estos días debían estar cuajados de celebraciones religiosas, pero esa imagen que hoy tenemos en la cabeza -con las procesiones como protagonistas- no empezó a darse hasta bien entrado el siglo XVI. Hay que decir sin embargo, que algunos historiadores apuntan a que estas procesiones tuvieron su origen en una suerte de escenificaciones teatrales que, al menos desde el siglo XIII, se vendrían realizando dentro de las iglesias los días de Jueves y Viernes Santo.
 
En principio -y mientras no se hagan nuevos descubrimientos que lo contradigan- la primera cofradía que sabemos procesionó en Vitoria, fue la de la Veracruz. Según nos cuenta el historiador Fray Juan de Vitoria –que vivió en el siglo XVI cuando se creó- la fundación de esta cofradía se debió a un fraile dominico (creo que venido del convento de San Pablo de Burgos) llamado Tomás de Chaves. Este monje intentó que la cofradía tuviese su sede, primero, en el Convento de Santo Domingo de Vitoria y después en el de San Francisco, pero las congregaciones de ambos monasterios se negaron a ello. Finalmente, fray Tomás logró el beneplácito de los parroquianos de la iglesia de San Vicente, donde con el tiempo llegó a construirse una capilla específica denominada como de la Veracruz (una capilla que últimamente se viene conociendo como Capilla de los Pasos -puesto que es donde precisamente ha habido costumbre de guardar los pasos de la Semana Santa vitoriana-.
 
Las cofradías actuales son de algún modo descendientes de aquella pionera, si bien no de un modo directo e ininterrumpido. Debido a diversos problemas y avatares históricos sucedidos intermitentemente entre finales del siglo XVIII y principios del XX, este tipo de organizaciones religiosas tuvieron que remodelarse, de modo que las que han logrado sobrevivir hasta el día de hoy son en realidad refundaciones o secciones derivadas de aquel tronco originario común que fue la primitiva Veracruz.

'Picaos' de San Vicente de la Sonsierra (fuente: El Universal).

Curiosamente para la época, la cofradía de la Veracruz era mixta. La única reticencia con las mujeres tenía que ver con el tema de la autoflagelación; según apuntan varios decretos, las mujeres cofrades tenían prohibido hacer disciplina. Los y las cofrades de la Veracruz procesionaban el Jueves Santo. Lo hacían bajo la dirección del cura-párroco de la iglesia de San Vicente y de los responsables de la propia cofradía, que eran el rector, los mayordomos y el capillero. Lo primero de todo, antes de salir a recorrer las calles, era la prédica a la que asistían los hermanos, con esta prédica el cura-párroco -o el religioso de turno- trataba de enfervorizar los ánimos de los y las participantes, para que de ese modo fueran conscientes del significado preciso que tuvo la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
 
Conocemos con cierto detalle cómo transcurría la estación de penitencia de la Veracruz.  Por delante de la propia procesión iban el rector y los mayordomos de la cofradía abriendo camino. Cada uno disponía de una vara con la que se hacían respetar y mantenían el orden. La procesión propiamente dicha iba encabezada por el pendón y la cruz. Portar estos símbolos era todo un honor en la ciudad y por ello se decretó que sólo lo podían portarlos personas relevantes, elegidas por el rector y los mayordomos de la cofradía. Al pendón y la cruz los acompañaban en cabeza cuatro hachas o grandes velones sostenidos por otros tantos niños. Estos niños al tiempo que desfilaban iban rememorando en voz alta los acontecimientos la Pasión de Cristo.
Detrás de los niños y los portainsignias, iban avanzando los disciplinantes. Estos andaban descalzos y prácticamente desnudos -sólo sus partes púdicas estarían cubiertas-, pero lo más llamativo de ellos era que iban flagelándose las espaldas con látigos ganchudos, del mismo modo que aún hoy día hacen los llamados 'picaos' en San Vicente de la Sonsierra. La sangría seguramente era bastante importante, razón por la que de hecho las ordenanzas obligaban a que los rectores y mayordomos de la hermandad tuvieran preparados en su capilla de San Vicente 'fuego y lavatorio' para que al final de la procesión los flagelantes pudiesen curar sus heridas.
 
 
Procesión (fuente: El Confidencial).
 
Finalmente, y ya en una especie de tercera posición, desfilaban los cofrades no disciplinantes que llevaban túnica y sostenían cada uno una vela de cera verde. Sabemos además por algunos documentos que la cofradía disponía de varios pasos en los que se representaban las escenas más notables de la Pasión de Jesucristo, aunque no sabemos exactamente cuáles y cómo los porteaban (si bien cabe suponer que fuera a hombros). 
 
También conocemos el recorrido habitual de la procesión. Ésta salía de la iglesia de San Vicente por puerta que da aún hoy hacia el Norte, tomaba la calle del Calvario (que ahora conocemos como calle de las Escuelas) y se dirigía a Santa María, iglesia que atravesaba por el interior para luego dirigirse al convento de Santo Domingo (es decir, al lugar donde hoy día se encuentra el C.C. Aldave). Desde ahí el cortejo tomaba la calle Correría hasta llegar a lo que actualmente es la Plaza de la Virgen Blanca. Después tomaba el camino que ahora se ha convertido en la Calle Mateo de Moraza y alcanzaba las puertas de Convento de San Francisco -que estaba donde actualmente se encuentra el Gobierno Civil-. Finalmente, hacía un fuerte giro para volver de nuevo a su capilla de San Vicente, entrando esta vez desde la parte de la cuesta que discurre sobre la Plaza del Machete. Allí se rezaba una oración y concluía la procesión.
 
Y fin. Perdonad que hoy el post me ha quedado un poco largo, largo como probablemente era el cortejo procesional que os acabo de describir. Pensad que, cada vez que llegaba a un nuevo templo, al desfile de cofrades se iban añadiendo nuevos 'desfilantes': una nutrida representación de canónigos y beneficiados en Santa María, un grupo de monjes de Santo Domingo, y finalmente otro de frailes de San Francisco al llegar a su convento. ¿Os imagináis todo este despliegue en la noche de Jueves Santo? Un saludo.

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