miércoles, 23 de marzo de 2011

A la altura del betún.

¿Os habéis preguntado alguna vez por qué llamamos momias a las momias? Pues bien, como seguramente habréis supuesto, la cosa tiene que ver con las técnicas utilizadas por los egipcios para embalsamar a sus muertos. Sin embargo, ellos para referirse a los cuerpos momificados utilizaban la palabra sah.


Fue Plinio el Viejo (23-78 d.C.) quien, en una de sus  obras, glosó las notables virtudes terapeúticas de un producto exótico recogido en las llanuras de la lejana Persia, un producto gomoso, negro, y de penetrante olor que hoy conocemos como betún y que los persas llamaban precisamente mumia.

Después de Plinio y en épocas muy distintas, los médicos Dioscórides (40-90 d.C.) y Avicena (980-1037 d.C.) popularizaron la mumia como remedio eficaz para tratar erupciones, fracturas, epilepsias y vértigos. A raíz de ello, por toda la Europa medieval se fue generando una fuerte demanda que fomentó el florecimiento un próspero negocio de importación-exportación de mumia. Así hasta que se agotaron los recursos persas. A pesar del problema de abastecimiento, los mercaderes orientales no tardaron en encontrar un sustituto para el preciado y escaso producto. 

Como durante el proceso de embalsamamiento los antiguos egipcios habían embadurnado los cuerpos de los muertos con resinas y aceites que, al secarse, endurecerse y oxidarse, terminaban adquiriendo un color y consistencia casi idéntico a los del betún natural, los mercaderes egipcios consideraron que esta resina seca encontrada en las mominas era la sustancia perfecta para sustituir al betún original. Desde entonces el saqueo de las tumbas antiguas se generalizó en gran medida para obtener momias que vender con el fin de obtener mumia, y de ahí el actual nombre.

Por entonces, a nadie le preocupaba el destino de unos restos humanos y animales viejos y polvorientos. Además, como en Egipto existían millones de momias de todo tipo, eran fáciles de conseguir y el suministro quedaba asegurado por mucho tiempo. Siglos después llegaron los arqueólogos y el negocio cambió; aunque las momias siguieron siendo objeto de compra-venta. Pero ésta, es otra historia... [Si el post te ha parecido interesante, pincha en los Anuncios de Google unas lineas más abajo y ayúdame a mantener el blog. Gracias]

> Lectura aconsejada:
"Momias. La derrota de la muerte en el Antiguo Egipto" de J.M. Parra Ortíz.

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