Cultura de suplemento dominical.

No sé como lo veréis vosotros, pero a mí me resulta cada vez más desesperante leer prensa. Un día sí y otro también, abro el periódico con la sana intención de conocer las novedades del día y cuando llego al final siempre me entran las dudas: ¿me habré equivocado? ¿he leído el periódico de hoy o por error cogí el de ayer?  Al final da igual. Todos los días parecen el mismo porque las noticias son las mismas de siempre y los que las protagonizan también. Pero aún es peor lo del suplemento dominical. 

Foto: Lorcan

En los suplementos de domingo no se contentan con aburrirte a base de repetir las mismas noticias, allí además, pretenden meterse en tu casa, decirte cómo tienes que vivir la vida. Empiezan los columnistas que te enseñan cómo pensar con criterio, siguen los psicólogos que te convencen de que eres un bicho muy-muy raro, luego te dictan las recetas que te podrían salvar la vida un día si tienes invitados, después te proporcionan mil y una ideas útiles para decorar tu super-mansión por cuatro duros, y por último, te detallan la ficha técnica de esa berlingo que nunca te podrás comprar porque estás hipotecado hasta las cejas. Un mundo perfecto vaya.

Bien, ¿y todo esto qué tiene que ver con la arqueología o con el Patrimonio? Para responder a eso tenemos que acudir al suplemento del suplemento, a ese cuadernillo infernal dedicado al viajero impenitente. Fijaos que en estos cuadernillos fabrica-turistas, el Patrimonio, es sólo un complemento de lo que importa de verdad, la excusa para ir a ver "cuatro piedras" a algún sitio donde lo que realmente queremos hacer es comer bien (de diseño si es posible), beber bien y dar un homenaje al cuerpo en el spa de un monasterio trapense restaurado por Moneo. 

La cosa no merecería mayor comentario si no fuese porque el grave impacto homogeneizador (atontador) que tiene; los suplementos dominicales marcan tendencia e invitan a los gestores culturales a entrar en el juego y a considerar principal algo que sólo es secundario. De ahí esa obsesión de convertir todo el patrimonio construido en paradores, balnearios, centros del vino, etc.; una cosa es divulgar y otra muy distinta vulgarizar, creo. Me temo que tenemos la cultura que nos merecemos, mucha tonteria de semanario dominical y poco fundamento.

En fin, visto lo visto, voy a ponerme radical. No es más culto el que mejor vino bebe, o el que mejor come, o el que mejor se relaja. Quizá en tus próximas vacaciones, en esa ciudad declarada patrimonio de la humanidad, te cruces con algún viajero que alivia su calor tirado a la sombra del árbol de un parque, que sacia su sed con una cerveza de lata y su hambre con un improvisado bocata de chorizo. No te dejes llevar por la primera impresión. Quien sabe, ese probablemente sabe apreciar las piedras arqueológicas en lo que valen mucho mejor que tú, acaso porque quizá no lee el suplemento dominical.
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