Cuentan las crónicas que en 1147, una Lisboa -hasta entonces musulmana- sufrió el asedio de:
los ejércitos cristianos.
Esas mismas crónicas cuentan que dichos ejércitos estaban comandados por:
Alfonso Enriquez.
Está escrito que dicho Alfonso contó con la ayuda de un fuerte contingente de cruzados germanos que luchaban a las órdenes del también alemán:
Arnolfo de Areschot.
En este enfrentamiento, influyeron mucho los designios de dos obispos:
João Peculiar e D. Pedro Pitões.
Y la valentía de un -hasta entonces- anónimo guerrero cristiano, que interpuso su cuerpo para que los asediados no pudieran cerrar las puertas del castillo y así permitir la entrada de las tropas cruzadas, que finalmente conquistaron Lisboa.
Ese guerrero se llamaba:
Ese guerrero se llamaba:
Las crónicas no cuentan que nueve siglos después del famoso episodio del Sitio de Lisboa, alguien decidió dedicar una estación de su metropolitano a la memoria de aquél legendario Martim.
Tampoco cuentan que los encargados del diseño de dicha estación, optaron por una decoración muy original, recordando a los protagonistas de aquél fundamental episodio histórico.
muy chulo
ResponderEliminarDe niño me hubiese gustado incluso más que ahora...
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