En la anterior entrada decidí abordar -por primera vez en este blog- el tema de la muralla de Gasteiz. Casualmente, y en apenas 24 horas, El Correo anunciaba que desde ya mismo pueden realizarse visitas guiadas a la zona rehabilitada en las traseras de la iglesia de San Miguel. Por más coincidencia, la fotografía que ilustraba el reportaje del periódico estaba capturada prácticamente desde la misma perspectiva desde la que tomé -hace alrededor de un año- la imagen que encabezaba el anterior post.
Comparad este imagen con la del anterior post (foto El Correo).
La apertura al público de las murallas es sin duda una magnífica noticia. A partir de ahora, todo aquél que esté interesado, podrá acceder a uno de los rincones más curiosos que conserva nuestra almendra medieval (muy-muy recomendable, de verdad). Un enclave que además tiene el aliciente de ponernos cara a cara frente a lo más remoto de nuestra historia. Parafraseando a Napoleón cuando se encontró ante las pirámides de Egipto, podríamos decir "vitorianos, desde lo alto de esas torres, nueve siglos os contemplan".
Con todo, lo que hoy me pide el cuerpo es hablar, de nuevo, del antes y el después de una rehabilitación. Vaya por delante que -por lo que he tenido oportunidad de ver in situ- el trabajo de puesta en valor de las murallas realizado junto al Palacio de Villasuso me parece muy acertado (aunque no sería yo si no reconociese que algunas cosas las habría hecho de otro modo, pero eso creo que nos puede pasar a todos). El comentario que hago a continuación se refiere -globalmente- a mi experiencia con todas las restauraciones que he tenido la oportunidad de conocer a lo largo de los años.
Como ya comenté en otro post (Naturaleza Muerta), uno de los grandes alicientes que encuentro a mi profesión es la oportunidad de poder conocer los sitios arqueológicos antes de que se intervenga sobre ellos. Inevitablemente hay una gran diferencia entre el antes y el depués, y no necesariamente para mejor. Es difícil de explicar, pero cuando llegas por primera vez a uno de esos lugares apenas es necesario que nadie te comente nada. Puede que no tengas datos históricos, puede que -en ese sentido- seas un "ignorante", pero lo cierto es que no sientes la necesidad que te cuenten qué paso allí. La Historia aún se respira, está como condensada en el ambiente.
Desgraciadamente, después de una restauración, los factores suelen invertirse; los elementos son los mismos, pero sin embargo ya no se respira esa Historia. Algo se ha perdido, o se ha eliminado, sin querer pero fatalmente. Aquella magia, ese tiempo que había quedado condensado en el ambiente impregnando los muros y el suelo que pisabas, ya no se percibe. Ese vacío debe ser entonces llenado mediante explicaciones históricas, transmitidas por el consabido método de las visitas guiadas, croquis, paneles, inscripciones, etc.
Globalmente, creo que es muy loable todo esfuerzo encaminado a la recuperación de un patrimonio que de otro modo estaría condenado a perderse, pero no puedo evitar preguntarme si no podríamos -entre arqueólogos, arquitectos y demás profesionales del ramo- afinar la fórmula, de modo que el restaurar no se redujese como casi siempre a un "limpia, fija y da esplendor" . Desde mi punto de vista -que es un poco el producto de lo que he creído captar del pensamiento de F. Doglioni o A. Carandini-, la huella del tiempo es como una fina película que todo lo impregna. Casi imperceptible -a veces tiene aspecto de mugre-, tarda siglos en generarse, pero basta un sólo momento para destruirla si no actuamos con extrema delicadeza y sensibilidad. El objetivo no tiene que ser conservar el objeto, sino la marca del tiempo; esa es su esencia, esa es su alma, su genius loci.
Nuestra obsesión de revivir lo antiguo para sentirlo como si fuera nuevo, no hace sino poner en cuestión los criterios que manejamos para la recuperación del patrimonio. Por todos lados y medios de comunicación van repitiéndose frases hechas cada vez más vacías de significado. El artículo de El Correo acaba con unas palabras de nuestro alcalde que me parecen significativas al respecto. Lazcoz entiende las murallas como una oportunidad de "descubrir una nueva Vitoria que estaba oculta y reconstruir las sensaciones que pudieron tener sus habitantes". Vale ¿y...?
>Reserva de visitas guiadas a las murallas de Vitoria - Gasteiz:
- Catedral Santa María. En el teléfono 945 25 51 35 o en esta página web.
>Entradas que probablemente escribiré acerca de esto:
- Historia de las traseras de San Miguel antes de la restauración.
- La nevera de Olabe.
- Cómo rehabilitaría un sitio arqueológico.
- Escaneando San Miguel (III).
- Claves de Bóveda.
Enklabe Arqueológica, el Blog de Topografía y Arqueología de la Arquitectura. Arqueologia Topografia Vitoria Álava Alava empresa upv ehu escáner escaner 3d laser laserescaner laserescáner departamento GPAC iruña veleia--------
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He tenido el gusto de visitar las murallas de Vitoria y realmente merecen la pena. Felicidades por el post.
ResponderEliminarIbon Azurmendi
Ingeniero Topógrafo
http://intek-topografia.com
Tras visitar varias veces la parte conocida de las murallas, me queda la duda de la parte que ya no se puede ver. ¿Podría hacerse un post explicando los límites de las murallas por el norte de Nova Victoria? Y no me refiero a lo que es evidente, es decir, la zona del paso de ronda de Santa María, sino los límites de las murallas que rodeaban los dos ensanches. Por ejemplo, casa de los Gobeo-Guevara, no lo parece, pero ¿se construyó sobre lo que había sido muralla?, ¿y la torre de los Anda, estaba unida a alguna puerta de entrada?, ¿a qué altura de la Correría, Zapatería y Herrería se cerraba Nova Victoria?, ¿entraba dentro de la ciudad el convento de Santo Domingo? Igual es pedir demasiado, pero siempre se ha mostrado la ciudad medieval desde el lado sur, y pienso que del otro lado la catedral es la punta del icebergde un espacio por desentrañar.
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