Requiem por Santo Domingo de Vitoria.

Las elecciones municipales se acercan, y ya se sabe, no hay mejor cosa que inaugurar nuevos equipamientos para ir haciendo campaña electoral antes de la campaña electoral. Por eso, a finales de la semana pasada en Vitoria estábamos inaugurando las "nuevas" murallas de Gasteiz, y por eso ayer, en Donosti estaban inaugurando el recién restaurado Museo de San Telmo.

En fin, este primer día del nuevo San Telmo me ha traído a la mente el recuerdo de los últimos días de nuestro Santo Domingo, porque...¿sabíais que el Museo de San Telmo es un viejo convento dominico construido a principios del siglo XVI a imagen y semenjanza de Santo Domingo de Vitoria? Pues efectivamente, si las circunstancias lo hubieran dispuesto de otro modo, hoy día podríamos ser nosotros los que inauguráramos un magnífico museo en un monasterio cuatro siglos más antiguo y arquitectónicamente mucho más espectacular que su clon donostiarra.

Arriba a la izquierda, el único resto que pervive del viejo Santo Domingo. 

A la izquierda, el aspecto actual del claustro de San Telmo en Donosti. 

Abajo, el claustro de Santo Domingo en ruinas en 1914.

Nuestro Santo Domingo ocupaba el solar que actualmente ocupa el Centro Cívico Aldabe, y fue demolido en 1917, pero no me voy a enrollar en este post contándoos su historia. Si tenéis curiosidad y unos minutos, y queréis rendir un pequeño homenaje a su memoria, os recomiendo este breve artículo que escribí hace algunos años con Amaia Mesanza, el cual lleva por título "El fantasma del Convento de Santo Domingo de Vitoria. Patrimonio espectral, en las fronteras de la Arqueología de la Arquitectura" . Con las imágenes que acompañan el texto podréis haceros una idea de nuestra gran pérdida. Ahora me limitaré reproducir cual epitafio, unas palabras que encontré en un ejemplar de 1914 de una antigua revista llamada Euskalerriaren Alde. 

Era un día gris, lluvioso, entre aquellas ruinas sólo se respiraba soledad; ya nadie quería saber nada del viejo Santo Domingo. F. Mendoza y sus acompañantes no tuvieron dificultad para investigar entre los paredones: "¿Qué queda de Santo Domingo? De la iglesia han desaparecido la pared de los pies, el hastial del mediodía y la bóveda, menos la cabecera. (...) Quedan el claustro bajo y las señales del alto en la parte que da a la iglesia, y por oriente y norte vense salones y habitaciones de dimensiones varias, maltratadas todas, sin cubierta algunas, podridas en gran parte las maderas y cuarteadas o por el suelo ciertas paredes. La parte que más a sufrido ha sido la de poniente, donde la piqueta apenas ha respetado muro alguno"

Entre maleza y piedras derruidas, los tres amigos no pudieron sino rendirse a la evidencia: "¡Qué honda impresión de tristeza la nuestra, la tarde aquella en que don Jaime Verástegui, el coronel de Artillería señor Oliver y Copons y un servidor de ustedes, defendiéndonos como podíamos de la pertinaz lluvia, recorríamos uno a uno todos los departamentos! Ya no tiene remedio: Santo Domingo es un cadáver."
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