Pasado el segundo día de Arqueológica 2.0, me doy cuenta de que los tres vértices fundamentales que creí detectar en los primeros momentos del congreso están bastante descompensados. Tengo la impresión (no tengo los datos reales) de hay una gran mayoría de técnicos, bastantes menos museógrafos y muy pocos arqueólogos. Sospecho que la escasa asistencia de arqueólogos no responde a las capacidades de la organización sino mucho más probablemente al desinterés de éstos últimos por el debate tecnológico.
Con todo, quedé muy gratamente sorprendido con la charla de Juan Antonio Barceló, arqueólogo, gran pensador y defensor de la arqueología computacional. En el debate, este profesor de la Autónoma de Barcelona, se mostró bastante más optimista que yo sobre que las nuevas generaciones de arqueólogos (los actuales estudiantes) sabrán coaligar la tecnología, con la técnica y con la teoría arqueológica, sin convertirse en tecnólogos o -en el otro extremo- en analfabetos técnicos.
Espero que las cosas cambien, pero creo que esta edición de Arqueológica 2.0 es la enésima demostración de que los arqueólogos preferimos seguir mirando al ombligo de nuestras excavaciones, y que -de nuevo- hemos desertado de una guerra que nos necesitaría en primera línea.
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