jueves, 30 de abril de 2015

Estíbaliz y el cerezo.

"Talla de Andra Mari, de dimensiones intermedias en referencia a las imágenes de este tipo que conocemos en Álava: 1,110 (1,150) x 0,360 x 0,275 metros, en madera de cerezo", estas líneas introductorias son de José Eguía, del artículo que escribió con motivo de la última restauración de la imagen de la Vírgen de Estíbaliz, año 1984.


Aspecto del Santuario de Estíbaliz en el año 1924

Madera de cerezo..., no es el cerezo un árbol de gran envergadura, creo, de modo que la imagen de nuestra señora debió necesitar buena parte del tronco de uno. Me pregunto si ese cerezo habría crecido en las laderas del propio cerro donde aún hoy se enclava el santuario; es posible, aunque ciertamente el cerezo nunca ha sido abundante en nuestra tierra.

Con todo, la imaginación es libre. Por eso me viene en mente, evocadora, la imagen de ese cerezo anónimo bañado por el rocío de la mañana, momentos antes de ser elegido por los artífices encargados de tallar esta imagen, esta imagen que tan profundo significado adquiriría con el paso del tiempo.

Aspecto de la talla antes de la restauración de 1984.

Me pregunto si el anónimo artesano que le dio forma pudo ser acaso alguno de los religiosos de la orden benedictina a quien fue confiado el santuario a finales del XII (el templo se cedió al monasterio de Santa María de Nájera), o bien sencillamente se trató de algún otro artista local; ¿dónde fue tallada la imagen? ¿aquí? ¿se trajo de fuera? Probablemente nunca lo sabremos.

A aquel cerezo ahora convertido en vírgen le esperaban múltiples vicisitudes. Sus tiempos de esplendor fueron los últimos de la Cofradía de Arriaga (en efecto, la tradición apunta que era Nuestra Señora de Estíbaliz quien presidia sus juicios y juntas). 

Aspecto actual de la talla de Nª Sª de Estíbaliz.

Luego, con el resto del santuario, paso a manos del linaje de los Ayala, hasta que esta familia cayó en desgracia (principios del s.XVI) quedando entonces en posesión del Ayuntamiento de Vitoria. Luego empezó la decadencia, semiabandono, varios intentos de venta, en fin, una larga decadencia que no tocaría fondo hasta la época de las guerras carlistas, momento en que el templo sufrió un terrible incendio que lo llevó al límite de la supervivencia (se dice que el culto desapareció definitivamente entre agosto y octubre de 1835). Lo que siguió sin embargo, no fue sino el principio de su renacer. 

Allá por el año 1880, el ilustre político e intelectual alavés Ricardo Becerro de Bengoa y unos amigos se acercaron al Estíbaliz en busca de la imagen de Nuestra Señora. No tuvieron que ascender hasta lo alto del cerro para encontrarla, pues el templo románico que actualmente conocemos estaba en estado ruinoso, sabían que tenían que dirigir sus pasos hacia la parroquia de la vecina Villafranca. Allí -cual refugiado- encontraron la talla, en uno de los altares, "cubierta con un bordado manto de tonelete y disfrazada por completo"

Cabecera del Santuario de Estíbaliz en la actualidad.

Con idea de devolver la imagen a su esplendor original, la trajeron a Vitoria y la depositaron en el Hospital de Santiago donde procedieron a su examen. He aquí -de su propia pluma- lo que encontraron: "Desnudámosla de su rico traje moderno, que ocultaba su verdadero mérito, y nos hallamos en presencia de una rara escultura del siglo XII. ¡Con qué lastima contemplamos su mutilado conjunto! La imagen es de madera, está sentada y le faltan la cabeza, las manos y el Niño que los tiene postizos. En las catástrofes sociales de nuestro siglo [se refiere a las guerras carlistas], la mano alevosa de los combatientes llegó a aquel solitario templo y arrojó a la Virgen de su altar, que fue recogida y conservada por la piedad de los vecinos de Villafranca".

Pasaron algunos años hasta que en 1897 el joven escultor alavés, Lorenzo Fernández de Viana, recibió el encargo de restaurar la talla. Sobre las circunstancias de tal labor, contamos con una carta de 1918 donde el artista relata: "Así pues, hice la cabeza coronada inspirándome en las imágenes de la época o al menos más próximas al período bizatino y bizantino-románico, encajándola sobre las huellas del cuello que denunciaban el arranque de su primitiva cabeza. Las manos son también nuevas y empotradas en los huecos respectivos y dándoles el aspecto inocente y algo violento, característico con la típica flor o fruta de granada abierta, a la derecha, y el antebrazo izquierdo con la mano un tanto encorvada para sostener al Niño que también se hizo nuevo."


Un cerezo anónimo.

De modo que ni la cabeza, ni las manos, ni el Niño son en la actual imagen de Nª Sª de Estíbaliz auténticas, sólo el hierático tronco de la figura es original del siglo XII. ¿Importa? ¿No resulta suficientemente evocador el hecho de saber que los rostros de la Virgen de Estíbaliz y su Hijo quedarán siempre como unos desconocidos fundidos en la niebla del pasado? De algún modo es como si nos encontrásemos ante aquel anónimo tronco de cerezo del siglo XII, ¿era ese cerezo algo sagrado ya antes incluso de ser talado?

Pienso ahora en lo poco que sabemos sobre el mundo espiritual de nuestros antepasados medievales ¡qué poco nos dicen los documentos sobre algo tan importante! ¿Era la madera de cerezo sólo una buena materia prima, o tenía algún significado simbólico, ancestral -acaso pagano-, como de hecho sucede en otras culturas como la japonesa?
2011 Armentia San Prudencio fiestas horario misa 
>Para saber más:
- AA.VV. (1973), Estibaliz. Fe, Historia, Arte., Vitoria-Gasteiz.
- Eguía, J. y Portilla, M. (1984), La Vírgen de Estíbaliz. Restauraciones de su imagen (1897-1984), Vitoria-Gasteiz.
- Sáenz de Buruaga, E. (1991), Historia de Estíbaliz, Vitoria-Gasteiz.

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