martes, 19 de julio de 2011

El monolito de Kubrik (II) o la Edad Oscura Digital

Dos semanas más tarde, no tengo muy claro si es factible la hipótesis que planteé hace un par de posts sobre la posibilidad de que un arqueólogo del futuro pudiese leer mi blog. A continuación te explico por qué ahora me vienen las dudas.


Quizá alguna vez te has preguntado cuanto puede durar la información digital que almacenas en tus discos duros (DVDs, memorias flash o cualquier otro soporte), pues bien, que sepas que si le planteas esa cuestión al profesor J.P.McDonough -de la Graduate School of Library and Information Science (Illinois)-, la respuesta que obtendrás será bastante descorazonadora; todo parece indicar que sólo en una década perderás la mayor parte de tus archivos.

Todos somos conscientes de que la calidad una fotografía impresa va menguando con los años (sobre todo percibimos la pérdida de color), pero pocos somos los que nos preocupamos al pensar que nuestros queridos datos digitales, fotografías incluidas, no los podrán leer los ordenadores de dentro de diez o veinte años. Ésta -asegura J. P. McDonough-, es solo una de las consecuencias no deseadas que tiene la digitalización de nuestro mundo, uno de los motivos que puede sumergirnos en lo que algunos empiezan a llamar la "Edad Oscura Digital".

Según McDonough, la amenaza de una inminente Edad Oscura Digital tiene su origen en la inabarcable masa de datos generados por nuestra creciente “economía de la información” (actualmente hablamos de unos 369 exabytes, o si se prefiere 1.000.000.000.000.000.000 bytes), pero sobre todo en que cada archivo de datos tiene un formato diferente, muchas veces formatos propietarios protegidos por alguna patente, de modo que cada vez que se produce un cambio de plataforma o de formato de archivos, corremos el riesgo de no poder acceder a los nuestros datos antiguos.

Con demasiada facilidad, damos por hecho que con un simple clic podemos leer un documento de texto generado con Office o ver una fotografía digital. Pero en realidad no es tan sencillo. Basta con que intentes leer un fichero guardado en un disquete de 5.25 pulgadas para que descubras que no existen prácticamente ordenadores funcionando que lean ese soporte. Y lo mismo está ocurriendo con los discos de 3.5. De hecho, los ordenadores dejaron de incluir lectores de disquetes hace años. No hay que ser un genio para darse cuenta que lo mismo ocurrirá con nuestros discos IDE (¿alguien tiene uno por ahí?), tarjetas SD y cualquier cosa que se te ocurra.

"Si no podemos mantener viva de la información actual para las futuras generaciones", dice McDonough, "vamos a perder gran parte de nuestra cultura". Nótese por ejemplo, que hoy en el mundo sólo existen dos máquinas capaces de leer los datos del Censo de EE.UU. de 1960: una de ellas en Japón, la otra en el Smithsonian Institution.


A esto hay que sumarle la degradación propia del soporte físico que contiene nuestros queridos datos. Sin ir más lejos, la cinta magnética, uno de los medios de almacenamiento más utilizados en todo el mundo para guardar copias de seguridad, puede degradarse en ese mismo plazo de una década. Esta es la causa de que algunos de los datos recogidos por la NASA cuando Viking aterrizó en Marte, en 1976, sean ilegibles y se hayan perdido para siempre.

La posibilidad de que caigamos, simplemente por desordenados o poco previsores, en una "Edad Oscura Digital" es muy grande, y sería una catástrofe. Solamente desde el punto de vista cultural se podría perder gran parte de nuestro patrimonio como humanidad. Por supuesto, las canciones de las Spice Girls no corren peligro: existen tantas copias de ellas que siempre habrá alguien que por su cuenta las haya migrado a un soporte más nuevo. Pero hay registros raros, como cortometrajes o grabaciones piratas, que duermen durante 10 años en un cajón y que cuando alguien las encuentra ya son irrecuperables.

Cada vez tengo más claro que los arqueólogos del futuro deberán ser expertos informáticos no sólo curtidos en el análisis de bases de datos y el software, sino primero y sobre todo, en el conocimiento y manejo de aquello que conformará la mayor parte de la cultura material de los siglos por venir; el hardware.

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