martes, 25 de octubre de 2011

Café Hala Bedi.

Hoy por primera vez desde hace tiempo he vuelto para tomarme un café en el Hala Bedi. Estaba prácticamente vacío así que no he tenido problema para aposentarme en esa mesa redonda, junto a la ventana que se encuentra más al fondo.

De siempre ha sido el rincón que más me ha gustado, tienes luz natural para leer y una buena perspectiva sobre el interior del bar (me gustan los sitios desde donde puedo palpar el ambiente que te rodea mientras leo; así las cosas se leen diferente, suenan diferente).

Todo sigue igual por lo que veo. El café sigue sin ser el mejor posible, la música sigue en general a mi gusto, y la luz que se cuela por la ventana sigue siendo ideal; perfecto para empezar con el nuevo libro de Odifredi. 

Pero lo perfecto sólo existe en nuestros sueños. Así, apenas leídas un par de páginas, levanto la vista para mirar a través de la ventana y me encuentro con ese agresivo macizo gris que sustituye al desvencijado edificio que presidía aquella mítica taberna que llamaban la Flor de la Rioja. 

Derribo del bar Flor de la Rioja.

Algo en mi mente de pronto hace click, y me pongo de muy mala hostia. No es que fueran unas grandes vistas, pero eran las vistas que me gustaban, tenían sabor, historia -eso que cada vez se echa más en falta en el Casco "Histórico"- ¿no había otra salida que el derribo? Mierda, se me han quitado las ganas de leer...

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